miércoles, 4 de julio de 2007

espacio-tiempo negativos, la metafora del silencio

La nada y el arte van juntos, de la mano, lo han hecho siempre…el silencio, el espacio negativo, sin ellos no podríamos entender el arte… los pinceles callan tanto como lo hacen las barras en un pentagrama.
El silencio del lenguaje, de la música y de la pintura suelen ser respiraciones que gritan atención, tanto dice una imagen en una obra como los espacios en blanco. El silencio vendría a ser un suspiro, un descanso a todo este ruido de imágenes, una pausa llena de carga interna, un pretexto lleno de intención.
Se habla a menudo de la estética del silencio, pero con frecuencia de modo borroso y anclado a la imagen auditiva como instrumento de mera comunicación oral. Creo que hay que llevar el concepto de silencio más allá de la palabra hablada, habría que equiparar entonces el mutismo en una canción a las pausas en un texto y al espacio negativo de una pintura. Como todo en el universo existe en espacio y en tiempo (sin excepción) creo en arte (música, literatura y plástica) podemos hablar de un “espacio-tiempo negativo” más que de sencillamente silencio. Este tipo de silencio no de reduce a mera falta de palabras, sonidos y figuras, concede al positivo la capacidad de remitir a un mayor ámbito de las realidades que forman el entorno humano. Podríamos entonces ver que en las artes debe de darse una mutua potenciación de la “palabra” y el silencio. Un cuadro, una escultura piden vacuidad a su alrededor. La palabra cobra su pleno valor cuando se halla en su justo contexto, porque este contexto constituye un campo de vibración y resonancia. Este campo de despliegue es el silencio. Por eso cabe afirmar con igual derecho que el silencio, que no es mudez, sino plenitud expresiva, vive de la plenitud de la palabra, el ruido o la figura y que un “todo” se logra cabalmente en la atmósfera de nada. En un nivel auténticamente creador, la palabra y el silencio no se anteponen ni se anulan; se potencian. Es el mismo detenerse del tiempo, a veces, ante un movimiento determinado de Beethoven. Es la misma admiración anonadada ante el fresco de la Capilla Sixtina , o la que se desata al leer las largas desviaciones temáticas (pausas) que se permite hacer Carlos Castañeda.

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